Por Manuela Moore
La vida es un torbellino que no para de girar.
El destino es un tejido de nudos insospechados.
Las Moiras son seres caprichosos que experimentan con nosotros –pobres mortales– hechos de distintos olores, sabores y demás sensaciones.
El tiempo es un castigador inexorable, un precursor de cambios.
La muerte es el verdugo cruel que espera ante la horca del final de nuestras vidas.
La enfermedad es la maldición de la existencia, la acechadora eterna, la obsesiva amante.
La locura es la genialidad del disparate.
Y el amor...
El amor es euforia indefinible, danza frenética, excitada sinfonía, incontenible sonrisa, ingenuo canturreo, despiste extremo, desgarrado sufrimiento, espontánea dependencia...
Las Moiras, tejedoras del pentagrama de la vida, adornan el destino con las notas del amor, la enfermedad y la locura para cerrar la existencia con un final de muerte.
Porque todos hemos amado, nos hemos enfermado y hemos estado locos; y todos morimos al llegar el alba de nuestros cuerpos, de nuestras psiques.
Pero no nos angustiemos por los tiempos venideros –con sus amores, enfermedades y locuras–: vivamos el día a día, el ahora, el ya. Mañana todo puede ser distinto, mañana podríamos no estar aquí: mañana podríamos estar muertos.