Por Manuela Moore
Me mira. Sí, me mira. ¡Ah! Qué mirada tan penetrante y sabrosa.
Me invita. Sí, me invita a acercarme; sus ojos lo hacen por él.
Y se va. Se va. Se va sin decir ni hola. Se va con su mirada deseosa llenita de decepción.
Y yo lo miro irse. Sí, lo miro irse. Y me quedo parada –ahí, plantada– extrañando algo que nunca tuve, admirando algo que no me atreví a tener.
2 comentarios:
maeh... me gustan tus poemas... tienen cierta frescura y calidez... pues, si, es posible, aun me sorprendes mas :o...
<=) jejeje...
Qué fino que te gusten; "frescura y calidez", no me habían dicho eso.
Publicar un comentario